Para conocer de primera mano una situación, lo mejor es acudir a sus protagonistas. Y eso es lo que hizo Lucía Merino para elaborar su tesis doctoral sobre la socialización tecnológica de los jóvenes, para lo cual realizó 306 encuestas y entrevistó a numerosos adolescentes. El resultado, premiado en 2010 por el Instituto de la Juventud, se presenta esta tarde en la sede de Eusko Ikaskuntza en Vitoria, a las 19.30 horas.
-En su tesis habla de los jóvenes como los nativos digitales, ¿a qué se refiere?
-La idea era analizar cómo los jóvenes de hoy en día mantienen una relación muy estrecha y natural con las nuevas tecnologías. El concepto de nativo digital es de un investigador norteamericano y daba cuenta de la realidad que encontré cuando hice mi trabajo de campo.
-¿Cuál sería?
-Que los jóvenes de hoy, desde muy pequeños, han usado las nuevas tecnologías y lo hacen de una forma cotidiana y naturalizada. Eso implica que utilicen estas herramientas no sólo de forma funcional sino lúdica, sobre todo para relacionarse con los amigos. Hay un cambio en la forma de sociabilidad, no es necesario estar cara a cara, lo puedes hacer a través de una red social, del correo electrónico, del móvil... Se abre un mundo de posibilidades infinito. Por ejemplo, la tele la ven cada vez menos, a través de internet tienen todo: series, películas, música, amigos...
-¿No están demasiado enganchados a las nuevas tecnologías?
-La realidad que he encontrado no es tal. En esto el alarmismo causa más daño, parece que es lo más generalizado, pero los casos de adicción en realidad son escasísimos.
-Sin embargo, muchos no pueden vivir sin su móvil o el Tuenti.
-Al principio cuando les preguntaba qué harían si les quitaban el móvil, decían que no podrían vivir, pero luego se paraban a pensar que sí podrían. Se han acostumbrado a usarlo porque el medio les ha ofrecido eso. Si el medio cambia se adaptan, no tienen más problema.
Conscientes del peligro
-¿Ha cambiado la forma de relacionarse de los adolescentes?
-Sí, porque la herramienta tecnológica tiene unas características que influyen en la relación, pero el objetivo es el mismo, estar en contacto con los amigos, que para ellos es lo más importante, y a través de la tecnología refuerzan sus vínculos.
-¿Es normal que un niño de 8 años no se separe de su móvil?
-No me considero en posición de decir si es bueno o malo, pero para los jóvenes son herramientas de sociabilidad y ellos me decían que ven mal que los niños las usen tanto. La influencia de los padres en lo que hagan los hijos es determinante, deberían marcar qué uso, qué tiempo y qué se hace con ella.
-Vamos, que sería necesario algo más de control.
-No hablaría tanto de control, que parece que es vigilar, sino de establecer un diálogo fluido, que los padres se acerquen a los hijos para ver qué les gusta y qué no, entender ese mundo. Si el prejuicio adulto hacia lo tecnológico no fuera tan grande, no habría tanta distancia generacional.
-¿Son conscientes de los peligros que entraña internet?
-Sí, son conscientes de que hay robo de identidad, de acoso, y saben prevenir, sobre todo los que son algo mayores.
-¿Y los niños, no están muy sobreexpuestos?
-Sí, ahí es donde el adulto juega un papel fundamental, los jóvenes y niños tienen una ventana enorme al mundo, hay mucha información y ruido y los adultos deben enseñarles a discernir lo bueno de lo malo. Es una tarea de concienciación, no desde el control, porque lo que sea prohibirles lo rechazan. La estrategia debería ser otra, desde el consejo o asesoramiento.
-Hace unos días, en Vitoria, se descubrió que algunas pandillas usan la red para citarse y agredirse mutuamente y luego 'cuelgan' vídeos sobre las peleas.
-Es lamentable que esas cosas ocurran. Lo que me temo es que a veces la tecnología ejerce de elemento difusor; de hecho lo cuelgan para que lo vean, es lamentable
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